domingo, 14 de mayo de 2017

RONDANINI

    Piedad Rondanini
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El final de la vida de Miguel Ángel es una etapa difícil, si ya de por sí fue un hombre atormentado por su compleja vida interior, en esa última etapa aumentaron sus dudas y conflictos interiores, que darán lugar al Miguel Ángel más intimista, más reflexivo y para muchos estudiosos de su figura, también el más platónico. Por eso sus ideas se convierten ahora en forma (y no al revés) y esas formas en arte puro, en un arte de la reflexión y de la Idea más que de la observación de la naturaleza.
El mejor ejemplo de todo ello es su última obra, la Piedad Rondanini. Puede decirse que ella es la culminación de su particular manierismo: alargamiento extremo de los cánones, ingravidez y desequilibrio, pulidos incompletos, y una extraña desazón que nos alcanza al contemplarla. La misma que provocan el dolor y la muerte de un hijo en manos de su madre. No sólo nos transmite esa sensación la disposición huidiza del cuerpo de Cristo que se resbala de los brazos de su madre, a la que se le escapa literalmente de las manos para siempre. Es la talla, esa talla extraña que ha dejado partes pulidas y partes sin hacer la que por una parte nos confunde, pero por otra nos conmueve. Porque ahí está contenida toda la expresividad del dolor: en el escultor incapaz de concluir tanta tragedia y en las figuras incapaces de concretar en una imagen su penar porque eso es imposible. La Piedad Rondanini es así como un suspiro, una pieza frágil que parece decirnos adiós. Miguel Ángel estaba en realidad escribiendo con ella su testamento, y estaba diciéndole al futuro que la creación es una Idea y que esa Idea es el arte.
Qué diferencia con la Pietá del Vaticano, donde prevalecía todavía la belleza. La Piedad Rondanini por el contrario es puro misticismo, es religiosidad profunda y sentimiento, es pleno espiritualidad: la de la unión más allá de la materia entre Madre e hijo. Por eso no importa no haberla terminado, porque no importan la apariencias, importa sólo aquello que la apariencia es capaz de hacernos sentir. En este caso, de hacernos penar.


   
                                                                                                     Gustabo Beorlegi Armendariz
                                                                                                                                   14/05/2017

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