Caravaggio: La muerte de la Virgen
La muerte de la Virgen (Morte della Vergine), también conocida por la Dormición o el Descendimiento, fue la última obra realizada por Caravaggio antes de tener que huir de Roma acusado de homicidio en 1606.
El cuadro fue encargado por Laerzio Cherubini en 1601 para la iglesia romana de Santa María della Scala, de los Carmelitas Descalzos. El tema debía representar un Transitus -un tránsito- de la Virgen; pero fue duramente criticada y rechazada por los monjes por una falta de decoro. Estaban ofendidos por el tratamiento de la historia sagrada.
Caravaggio representa a la Virgen rodeada de apóstoles con la presencia de María Magdalena y un virtuoso telón de fondo que marca la escena. En esta obra, el pintor sigue manteniendo esa predilección por los tipos populares que tanto le caracterizó. Los apóstoles son hombres vulgares, extraídos de un entorno callejero, que exteriorizan su dolor. Están realmente apenados, afectados, a pesar de que alguno se muestra indiferente, en lo que constituye uno los ejemplos más claros de la representación de la emoción humana.
Tal como dice Friedlaender, no sólo fue la técnica o la manera de pintar de Caravaggio lo que produjo el impacto entre sus contemporáneos, sino su contenido espiritual, el concepto nuevo de la realidad que rompió absolutamente con los parámetros establecidos.
En efecto, el pintor fue bastante crudo en sus planteamientos al presentar la figura de la Virgen demasiado humana, de aspecto pobre, con los pies descalzos y el cuerpo hinchado. Parece realmente muerta. Toda la escena es de un elevado verismo. Se dice que utilizó como modelo a una ahogada en el río Tíber e incluso que podía tratarse del retrato de Lena, prostituta y amante del artista.
No obstante, Caravaggio no faltó a la normativa religiosa que consideraba a María Inmaculada y por tanto, como Cristo, murió resucitando luego para subir al cielo. Pero, en el lienzo, ni Jesucristo ni ningún coro de ángeles esperan a la Virgen en su asunción. Es más, el cuerpo de María es un cuerpo sin perspectiva de resurrección ni rastro de vida. Esta manera de representación tan realista puede obedecer a las ideas surgidas de la Contrarreforma, tal y como la entendían Felipe Neri, Carlos Borromeo o Girolamo Savonarola que pretendían que fuese tratada más como una mujer de pueblo.
Las figuras quedan situadas sobre una semioscuridad, donde la luz fuerte recae en la imagen de María, hecho que se ha relacionado con su carácter divino, quizás la señal luminosa del propio tránsito. La presencia del foco lumínico condujo a Venturi a decir que era el cuadro más profundamente religioso de la pintura italiana del siglo XVII.
Caravaggio se convirtió en un capolavoro del naturalismo oponiéndose al manierismo de su tiempo e instaurando una nueva cultura figurativa. A pesar del rechazo por parte de los frailes, tuvo un defensor excepcional en Rubens, quien aconsejó a su protector el duque de Mantua, Vicenzo Gonzaga, gran coleccionista y mecenas, para que comprara la pintura.
Un asunto no resuelto todavía por la crítica es el lapso que media entre el encargo de la obra, en 1601, y su entrega y posible realización hacia 1606.
La muerte de la Virgen, un óleo sobre lienzo, conservado en el Musée du Louvre en París, fue uno de los de mayor medida realizados por el pintor, 369 X 245 cm.
El cuadro fue encargado por Laerzio Cherubini en 1601 para la iglesia romana de Santa María della Scala, de los Carmelitas Descalzos. El tema debía representar un Transitus -un tránsito- de la Virgen; pero fue duramente criticada y rechazada por los monjes por una falta de decoro. Estaban ofendidos por el tratamiento de la historia sagrada.
Caravaggio representa a la Virgen rodeada de apóstoles con la presencia de María Magdalena y un virtuoso telón de fondo que marca la escena. En esta obra, el pintor sigue manteniendo esa predilección por los tipos populares que tanto le caracterizó. Los apóstoles son hombres vulgares, extraídos de un entorno callejero, que exteriorizan su dolor. Están realmente apenados, afectados, a pesar de que alguno se muestra indiferente, en lo que constituye uno los ejemplos más claros de la representación de la emoción humana.
Tal como dice Friedlaender, no sólo fue la técnica o la manera de pintar de Caravaggio lo que produjo el impacto entre sus contemporáneos, sino su contenido espiritual, el concepto nuevo de la realidad que rompió absolutamente con los parámetros establecidos.
En efecto, el pintor fue bastante crudo en sus planteamientos al presentar la figura de la Virgen demasiado humana, de aspecto pobre, con los pies descalzos y el cuerpo hinchado. Parece realmente muerta. Toda la escena es de un elevado verismo. Se dice que utilizó como modelo a una ahogada en el río Tíber e incluso que podía tratarse del retrato de Lena, prostituta y amante del artista.
No obstante, Caravaggio no faltó a la normativa religiosa que consideraba a María Inmaculada y por tanto, como Cristo, murió resucitando luego para subir al cielo. Pero, en el lienzo, ni Jesucristo ni ningún coro de ángeles esperan a la Virgen en su asunción. Es más, el cuerpo de María es un cuerpo sin perspectiva de resurrección ni rastro de vida. Esta manera de representación tan realista puede obedecer a las ideas surgidas de la Contrarreforma, tal y como la entendían Felipe Neri, Carlos Borromeo o Girolamo Savonarola que pretendían que fuese tratada más como una mujer de pueblo.
Las figuras quedan situadas sobre una semioscuridad, donde la luz fuerte recae en la imagen de María, hecho que se ha relacionado con su carácter divino, quizás la señal luminosa del propio tránsito. La presencia del foco lumínico condujo a Venturi a decir que era el cuadro más profundamente religioso de la pintura italiana del siglo XVII.
Caravaggio se convirtió en un capolavoro del naturalismo oponiéndose al manierismo de su tiempo e instaurando una nueva cultura figurativa. A pesar del rechazo por parte de los frailes, tuvo un defensor excepcional en Rubens, quien aconsejó a su protector el duque de Mantua, Vicenzo Gonzaga, gran coleccionista y mecenas, para que comprara la pintura.
Un asunto no resuelto todavía por la crítica es el lapso que media entre el encargo de la obra, en 1601, y su entrega y posible realización hacia 1606.
La muerte de la Virgen, un óleo sobre lienzo, conservado en el Musée du Louvre en París, fue uno de los de mayor medida realizados por el pintor, 369 X 245 cm.
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